Olvidar su idioma materno
Cosas que me pasaron
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En otras ocasiones os he comentado que mis primeros pasos por la Península Ibérica los di como estudiante Erasmus en Madrid.
Conocer los secretos de la vida nocturna y al mismo tiempo acabar una carrera parecían ser compatibles. Seguramente porque aún era muy joven je je pero los dos iban siempre unidos. Estaba dispuesto a muchas cosas para aprender el idioma castellano. Había creado en mi mente un espacio especial para asimilar lo máximo que podía todo lo que se acercaba a mi en cuanto a nuevas expresiones, vocabulario desconocido, chistes y anécdotas culturales.
Llevaba siempre conmigo una libreta pequeña en la que apuntaba aquellas cosas que me temía iba a olvidar y que creía oportuno recordar más adelante. Mi principal objetivo era llegar a la maestría en el idioma castellano en los seis meses de estancia en España. Para conseguirlo estaba dispuesto a todo. A to-do. ¿Hasta olvidar mi propio idioma? Bueno, tal vez no el idioma materno, pero si los demás. Como buen belga, dominaba a parte de mi neerlandés nativo también el otro idioma del país, el francés.
Pero en aquellos tiempos de Erasmus donde todo lo que me importaba era castellano, castellano y más castellano parece que todos los demás idiomas se habían desplazado a un segundo plano. Yo que hablaba el francés con fluidez al llegar a Madrid, después de 4 meses pasó algo que me desconcertó completamente.
Estaba charlando con los amigos de entonces cuando un camarero al enterarse de mi origen, se acercó diciendo: ”¿Eres belga, en serio? Y señalando a un chaval que se estaba acercando a nosotros, decía: “Mira te presento a Charles, es compatriota tuyo. Es de Liège”. Obviamente en mi cabeza estaba buscando hacer el clic de cambio de idiomas para dirigirme a él en francés, pero lo que ocurrió hasta hoy me tiene intrigado.
De mi boca salía de todo menos francés. Empezaba a chapurrear, primero diciendo algo en inglés mezclado con partes de neerlandés para acabar con un “no sé que leches, tío”. Era sorprendente la mala pasada que me había jugado la mente. Estaba tan preocupado y al principio pensaba que el castellano había tomado el lugar de segundo idioma o que en mi cerebro no habría espacio para más de dos idiomas a la vez.
Años después aún recuerdo aquella anécdota y me río.
Los idiomas no son un adorno. Hay que practicarlos a menudo.